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Aunque no acabemos de convencernos, es mucho más eficaz y gratificante fomentar cualidades que corregir defectos.
El amor auténtico ayuda a crecer a la persona amada.
La excesiva atención a los defectos de nuestros hijos contribuye a reforzarlos, en lugar de disminuirlos.
Mostrar al hijo que confiamos en sus posibilidades —lo que lleva consigo el esfuerzo previo de descubrirlas e incluso, si es el caso, de ponerlas por escrito y repasarlas con frecuencia, como en otro artículo apunté [leer], o pedir a nuestro cónyuge que «nos pase revista de ellas» cuando lo vemos todo negro— es para él un gran incentivo; en efecto, el pequeño —como, con matices, cualquier ser humano— se encuentra impulsado a llevar a la práctica la opinión positiva o negativa que de él se tiene y a no defraudar nuestras expectativas al respecto.
Los hombres actuamos no tanto en función de lo que somos, sino de lo que esperan de nosotros quienes nos aman.
Con dos condiciones:
Los hombres obramos más por lo que pensamos que piensan de nosotros… que por lo que realmente somos.