Reencontrando el sentido de la vida – 2º Conferencia

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Reencontrando el sentido de la vida – 2º Conferencia

En la 2° Conferencia General realizada el pasado 2 de julio, nuestro invitado especial Miguel Aranguren,  novelista español, nos propone reencontrar el sentido de la vida durante esta pandemia. Miguel es autor de once novelas, iniciando su carrera como escritor con tan solo 19 años. Su más reciente  obra “J.C. El sueño de Dios”, es récord de ventas desde su publicación el año pasado. En ella Miguel, tras siete años de estudio e investigación, narra en forma de novela la historia de amor más grande del mundo, la vida de Jesucristo.

Desde el 2016 nuestros alumnos, de 3 a 5 de secundaria, participan en el Programa Excelencia Literaria, creado por Miguel, que busca descubrir talentos literarios en colegios de España, México y Perú.

A continuación compartimos las reflexiones más resaltantes de la conferencia.

NUESTRA VIDA ANTES DE LA PANDEMIA

Antes de la Pandemia, el hombre actual había creído que,  su seguridad y real bienestar estaba centrado en sus títulos académicos, sus medios económicos, sus posesiones, su prestigio, en la idea de un “desde y para” sí mismo”. Creía que lo podía todo, desde retar a la naturaleza, hasta concentrar sus esfuerzos para lograr reinventarse. Se creía el centro del universo, queriéndolo para su propio disfrute. Estaba muy lejos pensar que las prioridades y motivaciones elegidas, hasta ese momento, se iban a esfumar, como un espejismo en medio del desierto.

Esas falsas seguridades han llevado a hombre a crear una dicotomía -una falta de coherencia de vida- entre lo que realmente soy y lo que quiero mostrar a los demás que soy.  Persiguiendo modos de vida, dirigidos por intereses desconocidos, en donde lo importante es el individuo y la inmediatez.

NUESTRAS "FALSAS" SEGURIDADES

Todo lo que se pensaba que era permanente e inmutable, en un día, desapareció de nuestras vidas. El trabajo, los viajes, el poder comprar lo que queríamos, el contacto físico con familiares y amigos. Todos nos vimos obligados a guardarnos en casa, pues un virus invisible amenazaba con matarnos.

De pronto, nos vimos resguardados en nuestros hogares – con nuestra familia, en algunos casos solos- y con cierta o poca resistencia al cambio nos hemos sentido seguros y protegidos. Nos hemos visto obligados a volver a poner la mirada entorno a nuestro tesoro más preciado – aquellos a quienes amamos y nos aman, nuestra familia.

AMENAZAS Y PELIGROS

Antes de la pandemia, es claro que, estábamos seguros que nuestra vida la teníamos controlada y que la concentración de nuestros esfuerzos, de nuestros amores, de nuestras pasiones estaban bien canalizadas.

Nos habíamos centrado en el trabajo, en creer que nuestros hijos deberían tener de todo -incluso el último y mejor celular del mercado-, que era bueno presumir con amigos y conocidos nuestro último viaje al extranjero o nuestro carro del año.

Por alguna razón, ahora tal vez más clara, nos habíamos olvidado de disfrutar de las cosas más sencillas y valiosas de la vida.  Darnos cada mañana los buenos días,  disfrutar de una conversación trivial con nuestro cónyuge o nuestros hijos,  ver  juntos una película en casa, el poder simplemente mirarnos a los ojos como antes, con cariño y serenidad. Nos habíamos olvidado, mucho o poco,  en poner más trabajo, esfuerzo y amor en casa con nuestra familia. Qué fuerzas o qué mentes han dirigido nuestras vidas y nos han apartado de nuestra más grande empresa,  por qué no hemos podido hacerle frente a la pandemia con cimientos familiares más solidos.

 NO ESTAMOS SOLOS

Cuando caemos en la cuenta que somos seres vulnerables, finitos,  inmediatamente se apodera de nosotros el miedo.  La pandemia nos ha acercado la muerte y nos ha movido a buscar un asidero del cual sostenernos.

Cada día, en este año, Dios se está multiplicando para atender cada una de nuestras necesidades. Durante el confinamiento en cada una de nuestras casas está Cristo. ¿Somos capaces de notarlo? No todo el mundo sabe que Jesús está ahí junto a nosotros, pidiéndonos que le dediquemos un poco  de atención y de tiempo. Dios es consuelo y apoyo ante nuestros miedos.

LO QUE REALMENTE DA SENTIDO A LA VIDA

Puede ser atrevido que la pandemia sea vista como un regalo. Sin embargo puede llegar a tener sentido en esa convivencia familiar tan estrecha que nos permita redescubrir a los nuestros y el amor que les tenemos.

Nuestra vida cobra sentido al valorar a nuestros adultos mayores, en esa necesidad de devolverles con gratitud todo lo que nos han dado.

Cobra sentido cuando recuperamos las buenas aficiones, cuando soñamos, conversamos o damos a una palabra de aliento a aquellas personas que sufren, cuando renunciamos a nosotros mismos en favor de los demás. Cuando reconectamos con Dios.

Esta pandemia nos debe transformar en mejores personas para aquellos a quienes prometimos amar. Es tiempo de escribir propósitos, aumentar nuestra capacidad de olvido, pensar mucho en personas a quienes les hemos fallado o hemos querido mal.